UN BLOG DE ACTORES. AQUELLO QUE SIEMPRE QUISIMOS SABER SOBRE LA ACTUACIÓN Y QUE NUNCA NOS ATREVIMOS A PREGUNTAR...

jueves, 29 de noviembre de 2007

¿Quiero ser actriz?

Decidir qué hacer con tu vida futura a los 16 años me pareció siempre imposible. Más aun cuando no tenías una "vocación" de esas que te cogen el alma y no te la sueltan...Cuando no habías tenido otro interés en la vida más que el colegio, el niño guapo y la televisión...¿Cómo de pronto elegir la carrera que según los canones sociales determinará el rumbo de tu existencia futura? (y del tamaño de tu casa, la marca de tu carro, etc...). Yo no me preocupé. Lo tenía clarísimo. Cuando estábamos en quinto de media, me sentía muy tranquila porque no tenía la presión de una pre o una academia para entrar a la universidad y mi panorama adolescente era bastante claro: yo queria ser actriz. No existia otra alternativa para mi en ese momento.

Antes del teatro, también lo tenía clarísimo. Iba a ser bailarina de ballet y eso era casi una sentencia. Hacía ballet desde los 5 años, así que para mí las presentaciones ante público, el olor a teatro, el maquillaje y el moño fueron amigos cercanos desde pequeñita. Ahora lo miro y siento a veces que todo es un circo y que mis padres en realidad, me abandonaron a los leones y a los freaks desde muy pequeña. Pero también dicen ellos que yo hacía tremendas pataletas a los 5 años para que me metieran al ballet y luego a los 13 no permití que se interpusieran entre mi persona y el taller del teatro del colegio. Claro que pusieron sus peros... La mayoría de padres se asusta. Normal.

Desde niña he tenido lo que yo llamo "visiones". Me visualizaba a mi misma de una u otra manera. Así un día bajé donde mi madre y le dije: "Acabo de verme a mi misma, ya mayor como de 25 años (...) apoyada en un poste, con un moño y yo flaquísima y altísima. Soy bailarina de ballet". Bueno, debo decir que la "visión" me falló por unos 20 centímetros de altura pero así me ví yo. Luego, he tenido otras "visiones" de mi misma, como actriz, como performer, como escritora, fotógrafa...

Al final, como sabrán algunos, decidí ser actriz y persisto en la idea desde hace ya más de una década. Hasta hace un tiempo me aterraba la idea de trabajar en cualquier otra cosa que no fuera actuar. Hace un tiempo tuve que hacerlo así que ya no me aterra. Una menos en la lista de los terrores. Fuera.

David Mamet dice que si tienes la oportunidad de dedicarte a otra cosa, dedícate a otra cosa. He escuchado a muchos colegas dar el mismo consejo medio en broma, pero medio en serio. El camino de esta carrera es cansado, competitivo, uno tiene que estar pendiente de no morir dentro del trabajo, estar alerta consigo mismo, nutrirse, educarse siempre. La actuación es un camino difícil, creo que en todas partes. Así que a pesar de mi persistencia en serlo, aun sigo esperando otra "visión" de mi misma haciendo otra cosa. Siempre me pregunto ¿Realmente quiero ser actriz?, aun ahora, después de tantos años...

Compasión...

Creo que fue el teatro el que me enseñó a ponerme en el lugar del otro. Podría haber sido mi madre o mi padre pero recuerdo la enseñanza más viva procediendo del teatro. Teníamos 14 años y estábamos en el taller de teatro del colegio Humboldt dirigido por Isabel Jimenez de Cisneros. Hablo en plural porque ahí estábamos varios que hoy nos dedicamos al arte: Kareen Spano, Rafael Freyre, Cesar Ritter, Fiorella de Ferrari, Lucía de María y yo. Estábamos ensayando la obra "Ardel o la margarita" de Jean Anouhil. Isabel, me había dado a mí el personaje de la mujer enferma que, loca de amor, salía desde su cuarto a gritar el nombre de su marido León, porque sabía que él estaba con otra.

Teníamos dos horas de ensayos casi todos los días y cuando se acercaba el estreno se incluían los Sábados. Un entrenamiento bastante disciplinado para adolescentes. Pero ahí, eramos felices.

Ensayo tras ensayo, yo salía de la puerta de "mi habitación" gritando como una loca "Leoooonnnn", "Leooooooonnn" e inmediatamente, la casa se alborotaba y venían todos los demás personajes a calmar a "la loca".

Venía "León", claro está, cuya amante era interpretada por mi gran amiga Kareen Spano. En el momento en que León me cogía del brazo, yo lo increpaba, diciéndole que "los había visto, los había sentido", "hace diez años que acecho", decía, "hace diez años que veo todo desde mi cama"... "Aun cuando duermo y tú te levantas y tomas a esa muchacha, yo me levanto". Esos eran los textos.

Una tarde de ensayo. Terminé de decir todo esto y me metí entre cajas. Ahí estaba la amante de León, mi amiga Kareen sentada en una silla, mirándome. La miré y me quebré. Empecé a llorar sin poder controlarme mientras ella se me acercaba preocupada preguntándome qué me pasaba. Yo no podía articular palabra, lo único que decía era: "Pobrecita...Pobrecita..." Y lloraba. Nos abrazamos. Había entendido, dentro de lo que se puede entender a los 14 años, el dolor de esa mujer encerrada en su cuarto, volviéndose loca, celando día y noche, escuchando, acechando. Había comprendido su amor por este hombre y en dese momento sentí una profunda compasión. Ternura, amor, compasión. Desde Jimena, sentí que había comprendido a un "otro". Sin juzgarlo, lo había comprendido y lloraba de pena y de amor.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Helena...

Helena Hansen. Hija de Ricardo y Elsa Hansen. Hermana de Christian, Ana y Andrés. La tercera hija. Dicen que los hijos terceros siempre tienen problemas (¿tenemos?) por ser siempre los menos "atendidos". Normalmente, ni bien has nacido, nace el útimo hijo y como diríamos normalmente "fuiste".

Cuando Chela me presentó la obra "La Celebración", yo tenía un vago recuerdo de la película "Festen" de Vinterberg, que había visto por última vez 3 años antes. Me ofrecía el papel de Helena, la hermana que descubre, pero calla. Yo recordaba a Helena, pero sólo físicamente. Paprika Steen (la actriz de Vinerberg), es danesa y nació en 1964. Es una estupenda actriz que trabajó en "Festen" y en "Los Idiotas" de Lars von Trier. Tenía en la cabeza a esta actriz y la imagen que a la luz del olvido me proyectaba en su personaje de Helena: una mujer madura y calma, centrada. No he vuelto a ver la película, y no se si me estaré equivocando. La verdad no recuerdo a la Helena de Paprika realmente. Y mi recuerdo de ella, es como todos los recuerdos, una conjunción de elementos que yo misma decidí mezclar.

Una de las primeras cosas que nos enseñan al estudiar actuación, es que un actor debe entrar al universo de una obra de teatro sin supuestos, sin juicios, sin ideas preconcebidas. No todos lo aprendemos desde el inicio, algunos nos demoramos más que otros. Pero lo sabemos (concientemente)y es parte de nuestro trabajo , trabajar "inocentemente" a pesar de todo.

Empezamos las lecturas y yo sigo teniendo una imagen de Helena de la cual no me puedo desprender. Es una imagen por demás borrosa, inconclusa, sin sentido. Helena es para mí una rubia fortachona con carácter fuerte. Me sorprendo de mí misma y siento que esa imagen es casi una de las tantas formas que tiene muchas veces nuestra mente de traicionarnos. El fotograma borroso de la rubia Paprika no me deja en paz. Mi salvación, pienso, será entrar rápidamente al trabajo en escena. "Parar la obra", como le decimos, es, creo, el mejor antídoto para "ideas" o "pre concepciones". Ese es el lugar de "la verdad". El lugar y la circunstancia que pone a prueba ideas, acciones, relaciones, la vida. El suelo y nuestros pies parados en él, sin nada que nos separe del ojo que nos mira. La verdad de verdad. La verdad de la vida. El milagro.

Fue ahí recién que empecé a descubrir a Helena. A mi Helena limeña y castaña, no a la rubia danesa Paprika.

La primera escena que trabajamos fue el encuentro de los tres hermanos. Christian (Paul Vega), Andrés (Rodrigo Sanchez Patiño) y Helena (Jimena Lindo), están en escena juntos y solos al inicio de la obra. Relaciones. Creo que fue de las primeras cosas que empezaron a tomar tintes de verdad en nosotros. Las relaciones entre los hermanos. La admiración de Andrés y Helena por Christian, el hermano mayor y la competencia entre los dos menores. De pronto mi Helena limeña empezó a tomar ciertos tintes adolescentes e histéricos que me perturbaban dada mi idea inicial y más perturbadora aun de una Helena madura, centrada y rubia, pero confié, gracias a Chela, gracias a que si no confiamos estamos perdidos.

Y así fue que mi Helena se empezó a convertir en algo completamente distinto a mi "idea" original. Y así fue que la imagen de la rubia fortachona se fue desvaneciendo en pos de una Helena propia. Pero fue difícil. Más difícil que otras veces. Extraño.